EL PUEBLO SIN VOZ
Era una casa muy grande, para tan solo
dos habitantes de ese hogar, tifany
y su madre llevaban tiempo viviendo allí. Alice dos años sin salir de esa casa,
Había perdido su empleo de enfermera en el hospital central. Hospital que había
sido quemado, y quien sabe por qué. Desde ese entonces Alice poco habla, de
hecho todos los que pertenecieron a ese lugar, doctores, enfermeros, pacientes,
visitantes y demás personal que había estado ahí, ese cinco de abril del noventa
y dos. Todos tomaron un extraño comportamiento. Y una vez más quien sabe por
qué. tifany en cambio, iba a la escuela pública,
y en las tardes trabajaba como mesera de o’ campus un restaurante, más bien el
único restaurante del pueblo, por cierto no muy lejos de su casa. Era poco lo que ganaba en sí, pero bastaba
para comer en el día.
-Hace dos años-recuerda Morgan
(habitante de ese pueblo, vecino y amigo imborrable para la familia hessel,
tifany hessel y Alice hessel): no me hallaba tan confundido. Se escucho una
explosión en el pueblo, pueblo pequeño claro, que de por sí, se conoce a la
mayoría de los habitantes. Al dirigirme hacia el hospital central, un tumulto
de gente ya se hallaba allí, algunos esperando por su familia que se encontraba
dentro y otros solo por curiosidad. Yo por supuesto, pensando en la señora
hessel. Se escuchaba murmullos e hipótesis de todas esas personas, unas decían
que fue que se estallo el gas de la cocina que seguramente habrían dejado
abierto; para otras personas un paciente desquiciado lo habría provocado. Entre
esas suposiciones, escuche la voz de Alice, me llamaba a gritos, y fue esa la
última vez que la escuche gritar. Apresurado fui hacia ella. La sostuve con mis
brazos, donde sutilmente se dejo caer. Estaba asfixiada por el humo.
Declaraciones como esta, ya se habían escuchado por los pobladores, pero
ninguno con una teoría exacta de lo que había acabado de ocurrir aquel sábado
cinco de abril.
Tifany era una joven rebelde, la falta de
autoridad o la "libertad" que había conseguido durante su vida... Hacían
ver en ella una rara actitud y desosiego ante la misma. Aunque a pesar de las piedras
que se le habían cruzado en el camino, era más bien 'madura' para su edad. El
hecho de que trabaje después de la escuela, que tenga la responsabilidad de
llevar alimento para subsistir, organizar la casa de vez en cuando, y cuidar de
su madre 'enferma'. Eran situaciones que no todas las jovencitas de su edad hacían.
Pero algo le incomodaba a tifany, ese 'algo' no la tenía satisfecha con su
vida, y no era su "estabilidad" económica, tampoco ver a su madre en
ese estado. Era un estado donde su inconformismo con la actitud de las demás
personas, le causaba alteraciones de ánimo. Quizá nunca se lo comento a nadie,
por el mismo hecho de no creer, ni querer hablar con los demás.
Morgan habría dicho. Ese mismo día del
interrogatorio que: "tifany era una chica difícil, que aunque sea linda
por su físico, más bien fascinante para el ojo masculino. Nadie se atrevería a
estar con una persona así, con mirada siempre como de odio". Pues sí, si
enfrentabas un cara a cara con ella, podías sentir que te intimidaba su mirada,
su frente fruncida y por supuesto su ignorancia hacia lo que le dijeses.
En fin, esos dos años que transcurrieron en
ese pueblucho, con simples hipótesis, y sin ganas de averiguar que paso
exactamente ese cinco de abril. Habían convertido a ese pueblo, en el pueblo de
los extraños. Cualquier visitante, se encontraba con el rumor, mas nunca con la
veracidad.
Existieron personajes que
quisieron hacer la respectiva investigación, en el lugar de los hechos. Pero
necesitaron de testigos, y absurdamente ninguno quería hablar, y los
habitantes que no estuvieron en el lugar, se guiaban de sospechas o suposiciones
que hacían respecto al accidente. Como Morgan por ejemplo, dicha sospecha era
que el hijo del señor Ferber, de tan solo 9 años, cuyas visitas eran habituales
en ese hospital, ya que la señora de Ferber padecía de un absceso
cerebral y había permanecido hospitalizada por varios meses. Pues la
apreciación de Morgan era que “el señor
Ferber fumaba mucho, lo hacía a cada instante, y mandaba a su hijo por
cigarrillos e incluso mandaba a él a botarlos en la basura, habiéndole enseñado
antes como apagarlos. Quizá ese día, el pobre daniels habría olvidado apagarlo
y al dejarlo caer en el cesto de basura toxica como de un hospital, habría
causado el incendio.” Esas fueron las palabras de Morgan. Y sucesos parecidos
ya habían sido escuchados. Otro extraño caso de aquel cinco del cuarto
mes del año noventa y dos, era que a pesar de que fue catalogado un incendio de
extrema gravedad, el único incidente en las victimas era su insólita actitud.
Ni un solo rasguño. Aparte de sus enfermedades para los pacientes claro. Ni una
sola muerte.
Albert Quijano, alcalde en ese entonces de el
extraño pueblucho, afirma que aunque también le causaba intriga el accidente, decidió
abandonar los interrogatorios, por no encontrar ni una sola respuesta o por lo
menos una palabra que le explicase algo. Ya era habitual ver a hombres llegar a su
despacho pidiendo permiso para hacer las respectivas investigaciones, pero a
medida que pasaban los días, eran menos los curiosos e investigadores los que
se interesaban en el caso. Caso que ya habían dado por perdido. “Al fin y al
cabo no hubo muertos”. Expresó el alcalde Albert.
Un cinco del
cuarto mes del noventa y cuatro. Cerca de las cinco de la madrugada, como todos
los días, Tifany estaba de pie, alistándose para ir a la escuela, preparando el
desayuno para ella y su madre, ese preciso día, como se venía repitiendo cada
año, tifany que acababa de cumplir los quince años exactamente una hora antes
de levantarse. Hacia sus labores común y corriente, actuaba como lo habitual,
mas siempre buscaba algún motivo para herir a su única acompañante en casa. Su
madre.
Sophie, era
testigo de los extraños sucesos ya antes vistos solo por ella. Sophie era la
encargada de dejar el periódico en cada casa del pueblo, recorría veinte
kilómetros diarios antes de que aclareciera para que cuando despertasen los
habitantes del pueblo, encontraran las noticias más importantes. Sus visitas
eran puntuales en cada casa, era una joven extremadamente exagerada con el
tiempo. “Ni un minuto más, ni un minuto menos” se lo repetía a quien le
preguntase por su exactitud. Pues esa madrugada de lunes, ya contaba ella con
observar por la ventana que extraños
sucesos ocurriesen dentro de aquella casa color blanco. La casa de las hessel.
Sophie quien antes no había querido decir palabra alguna respecto al suceso, lo
hizo para relatar lo que sus ojos asombrados vieron.
– Era una extraña sensación. –Recordaba Sophie-
jamás en la vida había visto tal acto, ni me lo hubiera podido imaginar, de
entre las historias más terribles de la historia. Años atrás habría jurado que
Tifany era una chica con problemas como todos nosotros los adolescentes. Y que
sus insultos a su madre y sus
simulaciones de querer matarla habrían sido simplemente un sentimiento
de rabia e histeria momentáneo, mejor dicho de cada día del mismo mes de cada
año. Pero jamás reales. Ya la habría visto antes con un cuchillo en sus manos,
con una almohada sobre la cabeza de la señora Alice y como de costumbre oírla
gritarle insultos feos, insultos que nunca se le deben decir a una mamá. Tal vez no lo entiendo o quizá ni las pocas
personas que la conocen, logran comprender su actitud, su personalidad, su
comportamiento… En ese preciso momento fue interrumpida por una voz, mi voz.
Soy el señor Robert Hessel, investigador privado de toda el área de chicago, y
jamás me rendí ante este caso, por la fatalidad de que se trataba de mi
familia. Si. Mi antes esposa e hija. Personas a las que había ‘abandonado’ por
mi trabajo, por mi labor como investigador, pues me tocaba más que viajar y
viajar. Y de repente hacia ya unos seis años que no había vuelto a saber de
ellas, pero un instinto paternal me hizo volver a ‘casa’. Y valla sorpresa la
que me encontré hace un año.
– ¿Cuando
dices que cada cumpleaños, Tifany a tratado de matar a su madre, no has hecho
memoria de que trato de hacerle o que ocurrió el cinco de abril del noventa y
dos? Pregunte. Quería una respuesta concreta y al grano, no dudaba en escuchar
quizá alguna suposición más que tenga que ver con el incendio. Lo excepcional fue que…
– Ese día yo
me encontraba en el hospital. Desde la noche anterior por vómitos y mareos.
Añadió Sophie. “Me chocaba la idea de no poder dejar el periódico en cada casa
como lo había hecho diario y puntual”.
– ¿y por qué
tu actitud es diferente a los accidentados aquel día? Reproche.
– oh no, yo habría salido un poco antes del
incendio, sinceramente creo que lo que paso fue…
– basta
estoy cansado de figuraciones de aquel día. Me altere, no era la respuesta que
necesitaba, pero sospechaba también, que Tifany lo haya hecho. Si ninguna víctima
de aquella parodia, quería dar declaraciones aun.
Mi única
opción era llegar a tal casa blanca. Y hablar con Tifany. Tal vez con la
primera que debí haber hablado. Lo hice un quince de abril del año noventa y
cuatro. Pero lo que habría olvidado decir aquella Sophie era que Tifany y Alice
ya habían muerto. Busque de nuevo a esta chica que habría dado con pistas.
– Lo extraño
e insólito de aquel cinco de abril del
año noventa y cuatro, y no quiero interrupciones señor hessel. Expreso Sophie.
Era que habría visto como Tifany le saco los ojos a su madre, sin ninguna
refutación. Claro que la pelea duro bastante, pues parecía ser la señora Alice
quiso hacer primero tal acto, de sacarle los ojos. Pero obviamente Tifany se le
adelanto por completo e hizo lo que llaman, asesinar y después cometer un
suicidio. Repito, cómo una hija puede ser capaz de hacer tal episodio. Y no
habría podido hablar antes, señor hessel, si esa también es su pregunta, porque
la mirada de tifany me dominaba para no poder abrir la boca. Pero esto se ha
acabado, con la muerte de esa chica demonio.
– no hagas tal acusación niña. Amoneste. Pero
en mi cabeza también retumbaba la idea de que mi hija no era normal.
Se hicieron
los respectivos arreglos funerarios, bajo mi costo. Y los únicos asistentes
fuimos el señor Morgan y yo.
Pero pocos
días después de aquel fallecimiento, los habitantes tomaron un giro en torno a
su actitud de silenciosos ermitaños. Habría, como dijo Sophie, abierto la boca,
declarado haber visto al demonio de Tifany, quemar el hospital y con su
aterradora mirada ordenar a cada personaje, hacer lo que a ella le gustase que
hagan. Permanecer callados.
Hoy es
treinta de noviembre del noventa y cinco.
Las declaraciones están dadas por cada víctima del aquel incendio. Y los
investigadores, compañeros míos, ya han sido capaces de entrar al lugar de los
hechos y acceder a cada pista, para llegar a la respuesta del ‘accidente’.
Aunque no
encontremos pruebas físicas y contundentes, se ha declarado el hecho de que fue
una aparición del demonio en carne de mi hija Tifany Hessel. Los demonios nunca mueren, pero el cuerpo de
Tifany ya habría estado cansado de permanecer con ese extraño ‘ser’. Quien sabe
que pueda volver a ocurrir o a que familia o pueblucho le toque afrontar un
suceso extraño como tal.
Con deseos
de que nunca le pase… lo dejo
Aentamente:
Robert Hessel. Año 95
Karen Eraso
5 Mayo 2011