Esta es la
historia de un viejo amigo que despertó después de unos años, se decidió hablar después de tanto tiempo
encerrado en su mundo de mentiras. Me dijo que me
hablaría de la vida. Que para él, es su método de supervivencia. Él que ni siquiera sabe quién es, ni que es
vida. Pronuncia palabras enredadas y sin coherencia, ¿Se habrá olvidado lo que
es hablar? O ¿Se habrá olvidado lo que es vivir? Pero en esas palabras
entrecortadas, refleja su temor. Y refleja su tristeza en medio de esas ganas
de mostrar que es un valiente ante la adversidad. -¿Usted piensa?- Le pregunte.
Para iniciar nuestra fiel conversación formal y sin atadura. -¿Está usted Poco Cuerda?- Respondió al
instante. Ya habíamos hablado antes, hace mucho. Cuando yo era una pequeña que
apenas lo conocía. Después desapareció. Mejor dicho, sabía que estaba ahí. Pero
él no hablaba. No me decía nada. Ya
había visto sus actitudes de reproche y hoy parecía no conocerlo. Ha cambiado tanto.
Todo este tiempo que no supe de él. Me lo imaginé igual de rebelde y soñador,
como cuando lo conocí. Pero hoy volvió incomparable a decirme
lo que sentía. -¿Y entonces de que viviste el tiempo que pasaste sin hablar?- -De
la razón-. Me respondió sin dudarlo. -¿Y tú piensas que la razón existe?- Le
pregunte mientras notaba que mi amigo había cambiado tanto, tanto que era casi
irreconocible su antipatía. No me respondió. Seguía sintiendo que su actitud
era incómoda hacia mis interrogaciones. Y en el momento que menos me lo
espere... Empezó diciendo...
Para qué la vida me enseñase lo que significa vivir, deje de preocuparme por su significado.
Cuando me vi envuelto en la desesperanza de saberlo todo, de quererlo todo, de sentirlo todo...
Comencé a preguntarme el porqué de las cosas y mis sentimientos…
En ese instante lo interrumpí, fingiendo que su asombroso discurso estaba interesante y alentador. Pero la verdad no lo entendía. Mi amigo se disponía a darme un no consejo. Lo supuse.
-¿Así que ya no te interesa sentir?- -nadie ha dicho eso, es más si no sintiera dejaría de ser yo. ¿No crees?- Afirme con mi cabeza. Y continúo...
Yo no elegí ser diferente, yo no elegí sufrir, yo no elegí callar un
tiempo y hacerle caso a la razón. Elegí la vida en la muerte. O la muerte en la
vida. Es lo mismo. Pero para poderte hablar… Elegí la enseñanza del día a día.
Elegí observar a mí alrededor y hacerle
caso a mis preocupaciones. Poniéndole más atención a las convicciones, que a
las aventuras. Yo no elegí no elegir nada. ¿Y las razones? ¿Qué corazón necesita
razones? La vida es un eterno cambio de metamorfosis y bipolaridad que no encuentra
realidad en este sueño de piezas inconclusas, en un valle de soledad donde se
respira aire. Solo aire, porque no hay esperanza ni aliento de luchar. Es más,
guardado en una mochila, soy solo un corazón en pedazos que se esconde de creer,
teme salir de este lado oscuro y solo duerme. Duerme por años, como un corazón
durmiente, que necesita ser besado para despertar. Hablar de la vida y
desparecer como por arte de magia. Así es más o menos lo que se siente dentro
de este cuadro que refleja una vida, mi vida fuera de una cabeza. El amor en
tiempos de confusión. Donde amar depende de estar con alguien o no. Y ni
siquiera de sentir cariño. Solo necesitarlo.
Como es de soberbio ese corazón roto, como el mismo se engaña
desapegándose de mi razón. Para poder vivir libre, pero en un rincón. En mi
mochila.
Y así fue. Desapareció justo al terminar la última silaba. Y sé que
estará ahí durmiendo o fingiendo morir. Reprochando la razón de la vida.
Sintiéndose poca cosa hasta el día en que la que despierte sea yo.
FIN.
hola hace poco me interece por el mundo de la lectura y de los escritos, me encanta leer historias que te tranportan a un lugar, la verdad me encanto esto , lo escribiste vos, es genial!!, ojala algun dia logre escribir asi, excelente el blog!! muchos bendiciones en todo!!!
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